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Dead Space 2. Entrada 6.Bienvenidos al infierno en versión deluxe

He ido hacia la Ishimura con la piel de la nuca erizada. Esto es una locura desde el minuto uno: ya se ve que voy a sufrir como una perra. La Ishimura se siente casi como la recordaba… pero con menos sangre. Todo está limpio y lleno de materiales de construcción. Eso sí, los agujeros de disparo y las marcas de los necromorfos siguen ahí, recordándome que esto no va a ser un paseo por el parque. Mi primera misión: activar el generador de la nave. Fácil, ¿verdad? JA. Esto parece un Call of Duty versión espacial. Entre disparos, carreras, gritos y visiones de mi novia —que, por cierto, no quiere hacerme una chupipaja ni en mis alucinaciones—, he sudado más que en un gimnasio durante un maratón de Zumba. Pero lo peor… fue lo de Ellie. Stross se ha roto mentalmente del todo y ha atacado a Ellie. Ni idea de cómo acabó la cosa, pero vaya nivel de locura. Después de encender la nave, he usado una cápsula de escape y he llegado a lo que parece una mina llena de pringue por el suelo. Y por si no...
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Dead Space 2. Entrada 5. Efigies, visiones, vuelta a la Ishimura y seguimos sin follar

Vaya día de mierda. El tal Stross me vuelve a llamar con esa sonrisita de psicópata de saldo: “Isaac, juntos podemos destruir la efigie”. Y encima promete curarme la demencia. ¿Qué me huele a traición? Todo. ¿Qué pienso ir igual? También. Si algo he aprendido es que cuando un loco te ofrece curas gratis, lo único que quiere es que le salves el culo con tu lanzapiedras espacial. He tenido unas cuantas visiones de mi novia muerta. Muy relajante. La tía no para de aparecerse para amargarme el viaje —y de paso, no está por la labor de follar. Gracias por nada, universo. Sin muchas ganas me he puesto a caminar por la zona de apartamentos, despachando bichos que van directos, como si la táctica fuese “embisten y ya está”. Bien por ellos; más explosiones para mí. Allí conocí a Ellie, una piloto que curra para la compañía. Desconfía, y no la culpo: voy cubierto de tropillas y malos hábitos. Me abre una reja y sale pitando hacia el ascensor como si mi olor fuese contagioso. Llego al hall de una...

Dead Space 2. Entrada 4. Iglesias sectarias, traiciones y ventanales espaciales.

Pensaba yo que lo peor de cruzar la iglesia sería esquivar algún que otro necromorfo… ¡ja! Pues no. Lo primero que pasa es que me contacta un tal Stross, que está como una cabra, y me suelta que hay una réplica de la efigie en la estación y que nosotros dos podemos destruirla. Coño, no me invita a cenar, no, me da trabajo galáctico. La iglesia de la Uniología… madre mía. Esto parece un templo del pueblo con Jim Jones como guía turístico. Por el suelo, gente sin vida, y la arquitectura da grima que flipas. Dos plantas, espacios amplios… perfecto para que se junten necromorfos de todos los tipos: incluso uno que revive a los muertos y los convierte en nuevos necromorfos. El truco para sobrevivir: puntería, suerte, pañales y, si hace falta, romper algún ventanal para expulsarlos al vacío. Por fin llego con Daina para que me cure… y la hijaputa me traiciona. Mientras dos guardias me sujetan, suelta que es miembro de la iglesia y que mi misión era crear más efigies por la galaxia. Trabajos ...

Dead Space 2. Entrada 3. Compras, niños rata y bebés kamikazes: turismo extremo en la zona comercial

Llegué al centro comercial con la esperanza de encontrar algo de vida… y vaya, estaba lleno. Lleno de gente… pero descuartizada. Fantástico. Obviamente, el juego no permite hacer pillaje, así que nada de mirar escaparates: a lo mío, que sobrevivir requiere más que estilo. Lo primero que me sacó una sonrisa torcida fueron los niños necromorfos. Atacan en manada, pero son tan débiles que parecía que jugaban a “sácame del medio si puedes”. Tras enseñarles quién manda con la cortadora de plasma, continué mi camino hacia la iglesia de la Uniología. Pero antes… la guardería. Sí, la guardería. Si los niños rata del espacio fueron locura, los bebés kamikazes se llevan la palma. Cada vez que uno saltaba, juraba que el corazón me daba un vuelco; angustia pura, nivel “quiero un vaso de whisky y desaparecer de la galaxia”. Después de sobrevivir a esa pesadilla de cuna, el resto fue casi coser y cantar… hasta que me confié. (Iluso yo, ya veréis lo que me esperaba más adelante). Ahora escribo esto d...

Dead Space 2. Entrada 2: Tripas, vómitos y monorraíles espaciales

Después de coger la cortadora, me ha tocado pasearme por una zona hospitalaria que estaba más sucia que el copón. Entre tripas, sangre seca y paredes que gotean cosas que prefiero no analizar, solo faltaba el cartel de “Bienvenido al infierno, disfrute su estancia”. Mi misión era reunirme con Daina, pero claro, fácil no iba a ser. Y menos con tantos putos bichos por todas partes. Aquí he conocido a un nuevo enemigo que, en su infinita guarrería, ha decidido que su ataque principal sea lanzarte una bola de vómito que te ralentiza. O sea, un escupitajo radiactivo. Qué majete. Después del festival de fluidos, he llegado a la zona de apartamentos. No sé quién diseñó esto, pero cada piso es más grande que la media española. En el espacio, el metro cuadrado debe de salir barato. Mi destino era la estación de monorraíl, donde me he encontrado con un puzzle que ni un niño de parvulario tendría problemas en resolver. Aun así, el tren se ha puesto en marcha con la elegancia del monorraíl de los ...

Dead Space 2. Entrada 1 — Despertar incómodo, exnovia luminosa y una linterna muy eficiente

Me despierto en lo que, a todas luces, parece una sala de interrogatorios diseñada por alguien que odia la ergonomía y ama las corrientes de aire frío. Estoy atado, con una camisa de fuerza que me queda más estilosa que útil. Frente a mí, un tipo con ganas de conversación me suelta: “Vi lo de la Ishimura”. Yo intento acordarme si esa sí la pagué en cuotas o fue por adelantado. No hace falta: las visiones empiezan a hacer su trabajo por mí. Primero, la efigie —esa cosa que brilla como si tuviera una bombilla marca “maldición cósmica” — se cuela en mi cabeza. Luego aparece Nicole. Sí, Nicole, mi ex novia: no me dejó por otro, chicos, la dejó la muerte. Pero parece que la muerte tiene vacaciones y ahora quiere volver a currar. De pronto se sube a la mesa de interrogatorios, la cara se le ilumina como anuncio de feria y, con una ternura que sólo podría describirse como “terror certificado”, me pide que la resucite. Muy normal todo. Muy lunes. Apenas tiene tiempo de cantar la sintonía del d...

Dead Space 2. Diario de un ingeniero con estrés post-necrótico

Nunca pensé que volvería a ponerme un traje de ingeniero. La última vez acabé con más traumas que piezas de repuesto, y con un casco que aún huele a tripas alienígenas. Pero claro, a los genios espaciales como yo no nos dejan jubilarnos tranquilos: nos despiertan de una siesta criogénica, nos dicen que el marcador otra vez está dando guerra, y nos sueltan en una estación llena de cadáveres que no saben quedarse quietos. La vida en la Estación Titán prometía ser cómoda, decían. “Un hogar entre las estrellas”, decían. Lo que no mencionaron fue el pequeño detalle de las criaturas que intentan transformarte en sushi humano. Llevo apenas unas horas despierto y ya me he cortado más extremidades que un carnicero con insomnio. Los médicos me dicen que tengo estrés postraumático. Yo les digo que se quiten la máscara de oxígeno y me lo repitan mientras un necromorfo intenta usarles de espantapájaros. Aun así, aquí estoy: grabando este diario porque, sinceramente, alguien tiene que documentar el ...