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Dead Space 2. Entrada 3. Compras, niños rata y bebés kamikazes: turismo extremo en la zona comercial

Llegué al centro comercial con la esperanza de encontrar algo de vida… y vaya, estaba lleno. Lleno de gente… pero descuartizada. Fantástico. Obviamente, el juego no permite hacer pillaje, así que nada de mirar escaparates: a lo mío, que sobrevivir requiere más que estilo. Lo primero que me sacó una sonrisa torcida fueron los niños necromorfos. Atacan en manada, pero son tan débiles que parecía que jugaban a “sácame del medio si puedes”. Tras enseñarles quién manda con la cortadora de plasma, continué mi camino hacia la iglesia de la Uniología. Pero antes… la guardería. Sí, la guardería. Si los niños rata del espacio fueron locura, los bebés kamikazes se llevan la palma. Cada vez que uno saltaba, juraba que el corazón me daba un vuelco; angustia pura, nivel “quiero un vaso de whisky y desaparecer de la galaxia”. Después de sobrevivir a esa pesadilla de cuna, el resto fue casi coser y cantar… hasta que me confié. (Iluso yo, ya veréis lo que me esperaba más adelante). Ahora escribo esto d...
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Dead Space 2. Entrada 2: Tripas, vómitos y monorraíles espaciales

Después de coger la cortadora, me ha tocado pasearme por una zona hospitalaria que estaba más sucia que el copón. Entre tripas, sangre seca y paredes que gotean cosas que prefiero no analizar, solo faltaba el cartel de “Bienvenido al infierno, disfrute su estancia”. Mi misión era reunirme con Daina, pero claro, fácil no iba a ser. Y menos con tantos putos bichos por todas partes. Aquí he conocido a un nuevo enemigo que, en su infinita guarrería, ha decidido que su ataque principal sea lanzarte una bola de vómito que te ralentiza. O sea, un escupitajo radiactivo. Qué majete. Después del festival de fluidos, he llegado a la zona de apartamentos. No sé quién diseñó esto, pero cada piso es más grande que la media española. En el espacio, el metro cuadrado debe de salir barato. Mi destino era la estación de monorraíl, donde me he encontrado con un puzzle que ni un niño de parvulario tendría problemas en resolver. Aun así, el tren se ha puesto en marcha con la elegancia del monorraíl de los ...

Dead Space 2. Entrada 1 — Despertar incómodo, exnovia luminosa y una linterna muy eficiente

Me despierto en lo que, a todas luces, parece una sala de interrogatorios diseñada por alguien que odia la ergonomía y ama las corrientes de aire frío. Estoy atado, con una camisa de fuerza que me queda más estilosa que útil. Frente a mí, un tipo con ganas de conversación me suelta: “Vi lo de la Ishimura”. Yo intento acordarme si esa sí la pagué en cuotas o fue por adelantado. No hace falta: las visiones empiezan a hacer su trabajo por mí. Primero, la efigie —esa cosa que brilla como si tuviera una bombilla marca “maldición cósmica” — se cuela en mi cabeza. Luego aparece Nicole. Sí, Nicole, mi ex novia: no me dejó por otro, chicos, la dejó la muerte. Pero parece que la muerte tiene vacaciones y ahora quiere volver a currar. De pronto se sube a la mesa de interrogatorios, la cara se le ilumina como anuncio de feria y, con una ternura que sólo podría describirse como “terror certificado”, me pide que la resucite. Muy normal todo. Muy lunes. Apenas tiene tiempo de cantar la sintonía del d...

Dead Space 2. Diario de un ingeniero con estrés post-necrótico

Nunca pensé que volvería a ponerme un traje de ingeniero. La última vez acabé con más traumas que piezas de repuesto, y con un casco que aún huele a tripas alienígenas. Pero claro, a los genios espaciales como yo no nos dejan jubilarnos tranquilos: nos despiertan de una siesta criogénica, nos dicen que el marcador otra vez está dando guerra, y nos sueltan en una estación llena de cadáveres que no saben quedarse quietos. La vida en la Estación Titán prometía ser cómoda, decían. “Un hogar entre las estrellas”, decían. Lo que no mencionaron fue el pequeño detalle de las criaturas que intentan transformarte en sushi humano. Llevo apenas unas horas despierto y ya me he cortado más extremidades que un carnicero con insomnio. Los médicos me dicen que tengo estrés postraumático. Yo les digo que se quiten la máscara de oxígeno y me lo repitan mientras un necromorfo intenta usarles de espantapájaros. Aun así, aquí estoy: grabando este diario porque, sinceramente, alguien tiene que documentar el ...