Pensaba yo que lo peor de cruzar la iglesia sería esquivar algún que otro necromorfo… ¡ja! Pues no. Lo primero que pasa es que me contacta un tal Stross, que está como una cabra, y me suelta que hay una réplica de la efigie en la estación y que nosotros dos podemos destruirla. Coño, no me invita a cenar, no, me da trabajo galáctico.
La iglesia de la Uniología… madre mía. Esto parece un templo del pueblo con Jim Jones como guía turístico. Por el suelo, gente sin vida, y la arquitectura da grima que flipas. Dos plantas, espacios amplios… perfecto para que se junten necromorfos de todos los tipos: incluso uno que revive a los muertos y los convierte en nuevos necromorfos.
El truco para sobrevivir: puntería, suerte, pañales y, si hace falta, romper algún ventanal para expulsarlos al vacío.
Por fin llego con Daina para que me cure… y la hijaputa me traiciona. Mientras dos guardias me sujetan, suelta que es miembro de la iglesia y que mi misión era crear más efigies por la galaxia. Trabajos forzados nivel “peor que la oficina un lunes”.
Menos mal que, justo cuando me llevaban al transbordador, aparece una nave y empieza a pegar tiros como en las pelis de acción. En mi cobarde huida me meto en un conducto y doy con un enemigo grande como una casa. Me cago en todo, pero uso mi poder de paralizar del traje, ralentizo todo, apunto a las cosas amarillas y… victoria.
Lecciones aprendidas (o no)
Nunca confíes en la gente que te cura, sobre todo si pertenece a una secta espacial.
Los ventanales no solo sirven para ver el paisaje, también para expulsar bichos.
Los enemigos grandes dan miedo… hasta que recuerdas que tu traje tiene poderes molones y sus puntos débiles vienen bien marcados.
Y, por último, si vas a sobrevivir en cualquier parte llena de necromorfos, combina puntería, suerte y un poco de cobardía estratégica.
Voy a descansar un poco, ha sido un rato duro.
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