Ir al contenido principal

Dead Space 2. Entrada 5. Efigies, visiones, vuelta a la Ishimura y seguimos sin follar

Vaya día de mierda. El tal Stross me vuelve a llamar con esa sonrisita de psicópata de saldo: “Isaac, juntos podemos destruir la efigie”. Y encima promete curarme la demencia. ¿Qué me huele a traición? Todo. ¿Qué pienso ir igual? También. Si algo he aprendido es que cuando un loco te ofrece curas gratis, lo único que quiere es que le salves el culo con tu lanzapiedras espacial.

He tenido unas cuantas visiones de mi novia muerta. Muy relajante. La tía no para de aparecerse para amargarme el viaje —y de paso, no está por la labor de follar. Gracias por nada, universo.

Sin muchas ganas me he puesto a caminar por la zona de apartamentos, despachando bichos que van directos, como si la táctica fuese “embisten y ya está”. Bien por ellos; más explosiones para mí. Allí conocí a Ellie, una piloto que curra para la compañía. Desconfía, y no la culpo: voy cubierto de tropillas y malos hábitos. Me abre una reja y sale pitando hacia el ascensor como si mi olor fuese contagioso.

Llego al hall de una estación o algo así, y adivina quién está ahí: Stross y Ellie, confiando en el loco (manda cojones). Para ayudarlos me tocó dar mil vueltas y pasar miedo como si estuviera en una atracción de feria plagada de cadáveres. Consigo llegar a un tren que nos iba a llevar al sector gubernamental para largarnos de una vez... hasta que los hijos de puta de Hans Tiedemann destrozan los carriles. Marcha atrás. Y, por supuesto, terminamos en la querida Ishimura, la nave maldita donde ya se liaron putas hace unos años con la efigie. ¡Sorpresa, Renfield, te toca investigar otra vez!

Voy a descansar un rato que esto promete más tiros que en una peli del Oeste

Comentarios

Entradas populares de este blog

Dead Space 2. Entrada 1 — Despertar incómodo, exnovia luminosa y una linterna muy eficiente

Me despierto en lo que, a todas luces, parece una sala de interrogatorios diseñada por alguien que odia la ergonomía y ama las corrientes de aire frío. Estoy atado, con una camisa de fuerza que me queda más estilosa que útil. Frente a mí, un tipo con ganas de conversación me suelta: “Vi lo de la Ishimura”. Yo intento acordarme si esa sí la pagué en cuotas o fue por adelantado. No hace falta: las visiones empiezan a hacer su trabajo por mí. Primero, la efigie —esa cosa que brilla como si tuviera una bombilla marca “maldición cósmica” — se cuela en mi cabeza. Luego aparece Nicole. Sí, Nicole, mi ex novia: no me dejó por otro, chicos, la dejó la muerte. Pero parece que la muerte tiene vacaciones y ahora quiere volver a currar. De pronto se sube a la mesa de interrogatorios, la cara se le ilumina como anuncio de feria y, con una ternura que sólo podría describirse como “terror certificado”, me pide que la resucite. Muy normal todo. Muy lunes. Apenas tiene tiempo de cantar la sintonía del d...

Dead Space 2. Diario de un ingeniero con estrés post-necrótico

Nunca pensé que volvería a ponerme un traje de ingeniero. La última vez acabé con más traumas que piezas de repuesto, y con un casco que aún huele a tripas alienígenas. Pero claro, a los genios espaciales como yo no nos dejan jubilarnos tranquilos: nos despiertan de una siesta criogénica, nos dicen que el marcador otra vez está dando guerra, y nos sueltan en una estación llena de cadáveres que no saben quedarse quietos. La vida en la Estación Titán prometía ser cómoda, decían. “Un hogar entre las estrellas”, decían. Lo que no mencionaron fue el pequeño detalle de las criaturas que intentan transformarte en sushi humano. Llevo apenas unas horas despierto y ya me he cortado más extremidades que un carnicero con insomnio. Los médicos me dicen que tengo estrés postraumático. Yo les digo que se quiten la máscara de oxígeno y me lo repitan mientras un necromorfo intenta usarles de espantapájaros. Aun así, aquí estoy: grabando este diario porque, sinceramente, alguien tiene que documentar el ...

Dead Space 2. Entrada 4. Iglesias sectarias, traiciones y ventanales espaciales.

Pensaba yo que lo peor de cruzar la iglesia sería esquivar algún que otro necromorfo… ¡ja! Pues no. Lo primero que pasa es que me contacta un tal Stross, que está como una cabra, y me suelta que hay una réplica de la efigie en la estación y que nosotros dos podemos destruirla. Coño, no me invita a cenar, no, me da trabajo galáctico. La iglesia de la Uniología… madre mía. Esto parece un templo del pueblo con Jim Jones como guía turístico. Por el suelo, gente sin vida, y la arquitectura da grima que flipas. Dos plantas, espacios amplios… perfecto para que se junten necromorfos de todos los tipos: incluso uno que revive a los muertos y los convierte en nuevos necromorfos. El truco para sobrevivir: puntería, suerte, pañales y, si hace falta, romper algún ventanal para expulsarlos al vacío. Por fin llego con Daina para que me cure… y la hijaputa me traiciona. Mientras dos guardias me sujetan, suelta que es miembro de la iglesia y que mi misión era crear más efigies por la galaxia. Trabajos ...